La guerra interminablemente idiota.

Hay un momento en la vida en la que alguien te hace bastante daño alguna vez. Cuantas vueltas se pueden llegar a dar hasta poder reparar el daño. Si es que, el daño llega alguna vez a poder repararse. De todas formas, mientras tratas de repararlo, puede que se te vaya demasiado tiempo, y ese tiempo te desventaja en tu carrera vital y puede que durante años. Muchas veces  demasiado tiempo se pierde, como si fuera sangre a través de una cortadura, el tiempo pasa al son de las agujas, porque el daño era demasiado grande y nunca jamás se logra reparar. Y desangra a las personas la perdida de tiempo. A las que les han hecho tanto daño tener que hacer cosas con su tiempo distintas a las que por derecho les hubiera correspondido haber hecho. Pero si me deshiciera de  mi capacidad de ser herida, ya no tendría que desangrar más tiempo, excepto si la esencia de mi vida fuera ser una herida, entonces, solo tendría de esperar el final de toda la vida para solucionar el daño y en verdad, el daño era el sentido de la vida. Pero la esencia de la vida no puede ser la herida, pues la herida solo es un complemento, o una de las dos caras de la vida. La otra cara es de quien se va bebiendo tu tiempo escapado de las venas de tiempo. En este sentido, la esencia de la vida es una guerra, porque no importa que tu trates de ser un ser pacífico si siempre hay alguien que va en tu contra. Y va hiriendo, como no te mereces que te hieran. O sí: y aceptar que la guerra tiene todo el sentido.

Y los idiotas guerrean entre ellos sin comprender muy bien en cual bando deberían de estar, e incluso matando a los miembros de su mismo bando desconocido.
Y la guerra en las que tiene dos caras, siempre hay dos oponentes vacilando por el poder queriendo mandar, dominar, someter.
Pero en fin, una guerra de dos caras es para simplificar hablando: las guerras tienen tantos oponentes según el tipo de juego en el que se esté peleando.